Ensayo I Arturo Uslar Pietri



Una educación muda

                  La educación venezolana no enseña a hablar, ni a escribir. No sé si este grave mal lleno de amenazas para el presente y el futuro se extiende a otros países hispanoparlantes. El caso constituye las más absurda y dañina contradicción. Nos empeñamos, en la escuela, en hacer aprender un heterogéneo cúmulo de conocimientos dispersos e incompletos sobre las ramas de la ciencia, la historia y la literatura, pero el instrumento fundamental, sin el cual esos conocimientos quedarán sin contenido y sin posibilidad de comunicación, que es la lengua, no enseñamos prácticamente nada.

               O mejor dicho, enseñamos lo que tiene menos importancia. Hacemos pasar a los estudiantes largas horas tediosas memorizando inútiles reglas de gramática y muy poco o nada se hace por hacerles aprender, con la práctica continua y viva, cómo usar con propiedad y limpieza la lengua hablada y escrita.

        No aprender a expresarse es salir de la educación mudo y aislado. El más importante instrumento, se diría que el solo instrumento que el hombre posee de conocimiento y comunicación, es la lengua. Quien no sabe hablar es un mutilado, un maltrecho, un ser incompleto, aunque haya acumulado en su memoria todas las ecuaciones matemáticas o todas las fórmulas químicas.

             La lengua es mucho más que un instrumento, es el medio de pensar y entender. Quien no sabe expresarse bien, no puede pensar bien. Es la precisión del concepto de la palabra empleada la que lleva la precisión del concepto y el matiz del conocimiento. Los antiguos creían, con razón, que el don fundamental que los dioses habían dado a los hombres era la lengua…

          Mientras la escuela hace muy poco para enseñar a usar el lenguaje, otros medios, más poderosos que ella, hacen todo lo posible con la terrible eficacia para empobrecer, desnaturalizar y destruir el lenguaje.

            La calle de nuestras ciudades es un aula abierta de corrupción del lenguaje. Jergas de ‘hippies’, de peloteros, de pandilleros, llenas de comodines deformados y deformadores, de imitaciones fonéticas de otras lenguas, predominan en una conversación casi inarticulada que no emplea más de docenas algunas docenas de palabras.

              La contribución mayor a este proceso de empobrecimiento y adulteración la hacen los medios modernos de comunicación de masas. Los programas cómicos, los comentarios deportivos y muchos novelones seriales se convierten en muy eficaces focos de infección del lenguaje. Se recurre a la barata comicidad de hablar mal, con palabras adulteradas, con pronunciaciones grotescas, para hacer reír sin mayor esfuerzo intelectual y de paso se siembra a todo lo ancho del país un vocabulario y una manera de hablar que muy poco tienen que ver con ese maravilloso medio de expresión y comunicación que es el castellano.

                 La proliferación ostentosa y satisfecha de mal hablar se extiende ya a todas ñas edades y a todas las capas sociales. Es sorprendente la pobreza de léxico, el abuso de comodines y palabrotas, la incapacidad de describir de la mayoría de las gentes con las que en el curso de una jornada hay que comunicarse para los más variados fines. A este paso puede llegar al punto en que los más hablarán una o varias jergas, un ‘patois‘, una ‘lingua franca‘, un dialecto de bajos fondos, que impedirá toda posibilidad eficaz de comunicación, de lectura o de escritura. Lo más triste es que muchas de estas gentes que destrozan literalmente su lengua materna, hablan con propiedad y corrección alguna lengua extranjera. Sencillamente porque se las han enseñado mejor que la propia.

            En su día, Andrés Bello vio con temor la posibilidad que el castellano se desintegrara, siguiendo el ejemplo del latín, y diera nacimiento a varios dialectos incomunicables entre sí. Para evitar esa nefasta tendencia escribió su monumental Gramática y se esforzó, a todo lo largo de su fecunda vida, en hacer que las gentes hablaran mejor. No hubiera podido prever Bello que el mal no iba a venir de la gente inadecuada sino, precisamente, de los más grandes y avanzados medios tecnológicos de comunicación que el hombre ha inventado.

              Por una dolorosa paradoja, estamos en camino de poder tener los más modernos instrumentos científicos, las construcciones más atrevidas, las ciudades más modernas, los sistemas electrónicos más eficaces pero ante ellos, cada día más, vamos a expresarnos en un hablar más pobre, más vil, más sucia, más elemental y más aislante. Vamos a disponer de todos los medios pero no vamos a saber cómo hablar de ellos y por medio de ellos.

                 ‘Habla para que te pueda ver’, decía un olvidado autor alemán. Nada revela más a la persona que su lenguaje. Al hablar declaramos inequívocamente quiénes somos y hasta dónde llega nuestra cultura.                   

             La lengua corrompida que estamos hablando desnuda y revela una condición incompatible con ninguna aspiración de cultura”.

            

Crítica


                   Este ensayo trata de explicarnos que la parte verbal es nuestra manera primaria de comunicarnos con cualquier persona, cuando conversamos expresamos sentimientos y necesidades; con la novedosas tecnologías las nuevas generaciones están utilizando cada vez más las herramientas que el computador, en conjunto con las redes informáticas, están ofreciendo; traspasando limites que antes existían en la manera de comunicarse, en donde las imágenes junto con la parte verbal forman en conjunto la cultura humana. 

                    La importancia de estos avances tecnológicos en nuestras vidas, radica en que esta haciendo que el diálogo entre emisor y receptor sea más cómodo y menos engorroso. 

                     La enseñanza de la lengua se ha limitado al hecho de decodificar símbolos escritos y otorgarles significados, es decir, esencialmente se ha enfocado en la lectura y la escritura sin contemplarse el habla, se parte del supuesto de que aprender a hablar es un hecho social que no necesita ser enseñado y como somos capaces de emitir sonidos se nos cataloga como hablantes, olvidando la enseñanza de la correcta dicción y el uso apropiado de las palabras, así como la coherencia a la hora de expresar nuestras ideas, estos son hechos que no se pueden dejar al azar para que sea la colectividad la encargada de deformarla a su gusto ( según la moda del momento).

                      La tecnología se ha convertido parte de nuestra vida cotidiana y es por eso que el nuevo sistema de aprendizaje tiene que adaptarse a este cambio enseñándole al alumno la manera correcta de usar estas herramientas en su beneficio, además de facilitar la relación académica entre el alumno y profesor.

                   Hoy, la educación sigue dando tumbos, se pierden clases por cualquier motivo, las matrículas siguen intactas, aún reconociendo los esfuerzos que se hacen pero esto no es suficiente, el analfabetismo funcional campea por doquier, la utilización del lenguaje dimorfo que le da características de una lengua oscura y confusa; sin embargo mediante el poder del conocimiento, es decir del lenguaje podemos buscar las formas de interpretar sus enunciados y ponerlos en práctica y sacar nuestras propias conclusiones.


Ensayo II

Sembrar el Petróleo

                 El martes 14 de julio de 1936 el diario Ahora, que entonces se publicaba en Caracas, insertó en la primera página el siguiente editorial, bajo el título de «Sembrar el petróleo». Fue esta la primera vez que en Venezuela se hacía un planteamiento de esta clase y también la primera aparición de esa consigna de «sembrar el petróleo». 

                     Cuando se considera con algún detenimiento el panorama económico y financiero de Venezuela se hace angustiosa la noción de la gran parte de economía destructiva que hay en la producción de nuestra riqueza, es decir, de aquella que consume sin preocuparse de mantener ni de reconstituir las cantidades existentes de materia y energía. En otras palabras la economía destructiva es aquella que sacrifica el futuro al presente, la que llevando las cosas a los términos del fabulista se asemeja a la cigarra y no a la hormiga. 

                       En efecto, en un presupuesto de efectivos ingresos rentísticos de 180 millones, las minas figuran con 58 millones, o sea casi la tercera parte del ingreso total, sin numerosas formas hacer estimación de otras numerosas formas indirectas e importantes de contribución que pueden imputarse igualmente a las minas. La riqueza pública venezolana reposa en la actualidad, en más de un tercio, sobre el aprovechamiento destructor de los yacimientos del subsuelo, cuya vida no es solamente limitada por razones naturales, sino cuya productividad depende por entero de factores y voluntades ajenos a la economía nacional. Esta gran proporción de riqueza de origen destructivo crecerá sin duda alguna el día en que los impuestos mineros se hagan más justos y remunerativos, hasta acercarse al sueño suicida de algunos ingenuos que ven como el ideal de la hacienda venezolana llegar a pagar la totalidad del Presupuesto con la sola renta de minas, lo que habría de traducir más simplemente así: llegar a hacer de Venezuela un país improductivo y ocioso, un inmenso parásito del petróleo, nadando en una abundancia momentánea y corruptora y abocado a una catástrofe inminente e inevitable. 

                     Pero no sólo llega a esta grave proporción el carácter destructivo de nuestra economía, sino que va aún más lejos alcanzando magnitud trágica. La riqueza del suelo entre nosotros no sólo no aumenta, sino tiende a desaparecer. Nuestra producción agrícola decae en cantidad y calidad de modo alarmante. Nuestros escasos frutos de exportación se han visto arrebatar el sitio en los mercados internacionales por competidores más activos y hábiles. Nuestra ganadería degenera y empobrece con las epizootias, la garrapata y la falta de cruce adecuado. Se esterilizan las tierras sin abonos, se cultiva con los métodos más anticuados, se destruyen bosques enormes sin replantarlos para ser convertidos en leña y carbón vegetal. De un libro recién publicado tomamos este dato ejemplar: «En la región del Cuyuní trabajaban más o menos tres mil hombres que tumbaban por término medio nueve mil árboles por día, que totalizaban en el mes 270 mil, y en los siete meses, inclusive los Nortes, un millón ochocientos noventa mil árboles. Multiplicando esta última suma por el número de años que se trabajó el balatá, se obtendrá una cantidad exorbitante de árboles derribados y se formará una idea de lo lejos que está el purguo». Estas frases son el brutal epitafio del balatá, que, bajo otros procedimientos, hubiera podido ser una de las mayores riquezas venezolanas. 

                 La lección de este cuadro amenazador es simple: urge crear sólidamente en Venezuela una economía reproductiva y progresiva. Urge aprovechar la riqueza transitoria de la actual economía destructiva para crear las bases sanas y amplias y coordinadas de esa futura economía progresiva que será nuestra verdadera acta de independencia. Es menester sacar la mayor renta de las minas para invertirla totalmente en ayudas, facilidades y estímulos a la agricultura, la cría y las industrias nacionales. Que en lugar de ser el petróleo una maldición que haya de convertirnos en un pueblo parásito e inútil, sea la afortunada coyuntura que permita con su súbita riqueza acelerar y fortificar la evolución productora del pueblo venezolano en condiciones excepcionales. 

             La parte que en nuestros presupuestos actuales se dedica a este verdadero fomento y creación de riquezas es todavía pequeña y acaso no pase de la séptima parte del monto total de los gastos. Es necesario que estos egresos destinados a crear y garantizar el desarrollo inicial de una economía progresiva alcance por lo menos hasta concurrencia de la renta minera. 

              La única política económica sabia y salvadora que debemos practicar, es la de transformar la renta minera en crédito agrícola, estimular la agricultura científica y moderna, importar sementales y pastos, repoblar los bosques, construir todas las represas y canalizaciones necesarias para regularizar la irrigación y el defectuoso régimen de las aguas, mecanizar e industrializar el campo, crear cooperativas para ciertos cultivos y pequeños propietarios para otros. 

             Esa sería la verdadera acción de construcción nacional, el verdadero aprovechamiento de la riqueza patria y tal debe ser el empeño de todos los venezolanos conscientes.

          Si hubiéramos de proponer una divisa para nuestra política económica lanzaríamos la siguiente, que nos parece resumir dramáticamente esa necesidad de invertir la riqueza producida por el sistema destructivo de la mina, en crear riqueza agrícola, reproductiva y progresiva: sembrar el petróleo.


Crítica


           El ensayo hace referencia a la economía venezolana. De cómo, con el paso de los años ésta se ha vuelto dependiente del petróleo. Otros factores económicos primordiales como la agricultura y la ganadería se han descuidado llegando  a realizarse con métodos anticuados  y sin óptima productividad. Establece que se debe hacer énfasis en la mejora de la tierra útil incluyendo los métodos agrícolas, para así sacar provecho de este regalo otorgado por la naturaleza.

             El autor hace una observación con respecto a los ingresos económicos del país que reposan en la industria petrolera, y de cómo ésta a su vez, se está convirtiendo en una economía destructiva, ya que los demás sectores se están viendo afectados. También acota que los recursos naturales del país se van desmejorando gracias a la explotación de la tierra, siendo este el sustento para realizarse estas actívidades agrícolas. 

             Él exhorta a la creación de una economía reproductiva y progresiva, donde el sector petrolero debe ayudar al resto de los sectores. Donde se le de total importancia a los sectores agrícolas y al resto de la industria para evitar así ser un país dependiente del petróleo. Asegura que el buen aprovechamiento de esta riqueza e invirtiéndola debidamente, generaría un ambiente de bienestar y de desarrollo al pueblo venezolano.

            En la Venezuelan actual, todavía se tiene este sistema econónico, monoproductor, ya que el gobierno, sólo se enfoca en el Petróleo  como base de la economía venezolana dejando a un lado el turismo, la agricultura, la minería, los cuales podrían dejar gran ganancia para el país, en el presente y para las generaciones futuras, ¿será que podrán darse cuenta de este gran error y solucionarlo?









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